Un día cualquiera, sin esperarlo, me vi en un funeral.
No era alguien especialmente cercano, pero sí alguien que había cruzado caminos conmigo más de una vez.
Un conocido de esos con los que compartes charlas casuales de a ver si quedamos, ya si eso. Alguna reflexión profunda para delimitar mi pensamiento y conversaciones de ascensor de bloque de barrio.
La sala estaba llena.
El ambiente, espeso. Como es lógico.
Pero lo que me llamó la atención no fue el silencio, ni las flores, ni siquiera las lágrimas.
Fue un cartel improvisado, puesto sobre el ataúd, escrito con letra firme:
“Aquí nadie se lleva nada. Sé humilde, sé agradecido y vive tu vida al máximo.”
Me quedé ahí parado. Leyéndolo un rato largo y pensando.
Por unos segundos, me sentí como si ese mensaje no fuera para él, sino para mí. Para todos los que estábamos ahí. Para cualquiera que, también como yo, a veces olvida lo esencial.
Qué difícil es el equilibrio.
Porque, vamos a decirlo claro: vivimos muchas veces como si fuéramos eternos.
Como si ese Excel con previsiones a 30 años fuera ley divina. Como si esos 0.3% extra de rentabilidad fueran más importantes que las risas con amigos, el abrazo largo con tu pareja, o el tiempo con tus hijos cuando todavía quieren pasar tiempo contigo.
Y ojo, no te hablo desde la desconexión.
Yo soy inversor. Me emociono cuando veo el heatmap de color verde. También cuando veo buenos profits, no te voy a engañar.
También disfruto cuando conozco modelos de negocio sólidos. Pero también sé que hay una línea demasiado fina entre usar el dinero como herramienta para vivir mejor y convertir la vida en una excusa para acumular más.
Lo sé, y tu también lo sabes. Aunque es cierto que cada vez me da más igual la excusa de acumular. Quizás porque esté más cerca de esa tranquilidad.
Ese día, saliendo del funeral, me hice una pregunta que todavía me ronda:
¿Y si estuviéramos optimizando la parte equivocada de la ecuación?
Piensa en esto: dedicamos horas, días, años a planificar el futuro, a protegernos del “¿y si…?”, a construir carteras a prueba de crisis, backtest en escenarios que nunca más se repiten.
Pero muchas veces lo hacemos desde el miedo, no desde el deseo.
Desde la escasez, no desde la abundancia.
Desde la idea de que hay que tener más… en vez de vivir mejor.
Me he encontrado con inversores que tienen libertad financiera, pero viven como si aún estuvieran a dos nóminas del destrozo.
Gente brillante que no se da permiso para disfrutar lo que ha construido. Y no, yo no quiero ser uno de esos.
Éstos acumulan propiedades, acciones, dividendos… pero no conversaciones, ni momentos, ni paz.
Es curioso: aprendemos a calcular el valor presente neto, pero no el valor presente de nuestras decisiones de vida.
Nos cuesta poner en números lo que no se puede medir: tiempo, tranquilidad y salud. Y sin embargo, eso es lo que realmente cuenta.
Desde aquel día, tengo un nuevo ritual.
Cada vez que reviso mis números, me hago otra revisión:
— ¿Estoy invirtiendo también en lo que quiero hacer en mi vida?
— ¿Estoy diversificando mi tiempo igual que diversifico mi portfolio?
— ¿Estoy reinvirtiendo mis ganancias en experiencias y en mí mismo?
Porque al final, sí, el dinero importa. Pero importa para algo. Tiene que tener un fin. Para tener opciones. En mi caso, como ya dije meses atrás, para comprar tiempo. Para elegir con quién estoy, dónde estoy, en qué empleo mis días.
No como fin, sino como medio.
Y eso, a veces, lo olvidamos entre newsletter, stories de insta y movimientos del mercado.
Aquela imagen en el tanatorio me recordó que no hay cartera perfecta si no incluye también espacio para vivir.
Por eso, no me queda mucho recorrido en la carrera de la rata.
Por eso tengo un plan. Diseñado y comentado mil veces con mi amigo oscureta.
Porque no hay rendimiento que compense una vida aplazada.
Que no hay “cifra mágica” que nos garantice plenitud si no empezamos a vivirla desde ya.
Así que hoy quiero invitarte, si has llegado hasta aquí, a que te des una pausa.
Mira tu cartera, sí, pero también tu calendario, tus recuerdos grabados y tus prioridades. Ajusta tu estrategia si hace falta, no solo para ganar más, sino para vivir mejor.
Porque, igual que nadie nos va a venir a salvar…
También tengo claro que aquí nadie se lleva nada.
Pero todos dejamos algo…
Me encanta Jota. No puedo estar más de acuerdo!!!. Equilibrio 👌🙏